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Una publicación de 40 Días por la Vida Internacional

MAGAZINE VERSION ESPAÑOLA

TRIBUNA
ÍNDICE del NÚMERO 1

Cuando la ideología suplanta a la justicia

Última sentencia del máximo tribunal español

JUAN PRESA

Periodista y Coordinador TIC de 40DPLV Internacional

La última sentencia del Tribunal Constitucional español constituye no sólo un nuevo Roe vs Wade retrasado 50 años (obviando las lecciones de 5 décadas de muerte prenatal), sino el principio del asalto ideológico a las instituciones del Estado. La consideración del aborto como “derecho” es, con mucho, la peor noticia del panorama jurídico español, y la forma en que se ha hecho habla de qué es, en realidad, la famosa diversidad y tolerancia del Occidente liberal y progresista: la imposición vestida de democracia a través de complicados y medidos mini-asaltos.

Es grave, jurídicamente hablando, basar la argumentación de la sentencia en instancias ajenas a la Constitución Española de 1978, como la Unión Europea, la ONU y diversas declaraciones auspiciadas por ésta última, como sabemos, la mayor promotora mundial del aborto. No sólo eso. Es que se ignora la jurisprudencia anterior y el mismo artículo 15: “Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral”.

Le sigue la famosa “interpretación evolutiva” que, resumidamente, se traduce en un intento de cambiar la aplicación de la Constitución desde el más alto Poder Judicial (que es otra manera de cambiar la ley), invadiendo el campo del legislador (y quizá deberíamos decir sustituyéndolo por encargo) según las tendencias ideológicas de los señores magistrados. Dicho de otra manera, los magistrados progresistas no cambian la Constitución porque literalmente no pueden, pero cambian de facto la manera de aplicarla (que es, en realidad, el objetivo) sin pasar por las urnas ni por el Congreso y el Senado, y sin posibilidad de que su decisión sea controlada ni apelada. A muchos nos parece que semejante maniobra no tiene nada de democrático, pero se hace con la suficiente palabrería y sigilo combinados, de forma que el ciudadano de a pie no se alarme demasiado porque no lo entiende o quizá no le importa. Últimamente la ciudadanía acepta cualquier cosa, incluso que la encierren en su casa durante meses. La partitocracia y la corrupción de la prensa hacen el resto.

Las circunstancias de la sentencia son dignas de mención:

  • 13 años de retraso con respecto al recurso presentado y admitido a trámite. No se han molestado en poner alguna excusa por no haber resuelto antes. Los magistrados conservadores lo dejaron en un cajón hasta que se consumó la llegada de 3 nuevos magistrados “progresistas”. Mejor dejar que otros les hagan el trabajo sucio.
  • El Partido Popular (supuestamente conservador) se alegra de que el Tribunal desestime su recurso y se declara “de acuerdo plenamente” con la sentencia. Esta alegría por perder explica de manera muy gráfica el “viaje” de los otrora conservadores del PP hacia la plena identificación con la cultura de la muerte (eutanasia, aborto) y su sintonía con la ideología de género. «Progresistas» homologados.
  • La llegada de los magistrados «progresistas» se produce por el acuerdo (accidentado y plagado de cambalaches) de los dos principales partidos para repartirse sus cuotas de poder.

Ahora detengámonos brevemente en los aspectos principales de la sentencia. Son un monumento al retorcimiento del lenguaje para hacer parecer día lo que es noche.

El Tribunal reconoce el derecho al aborto en nombre de un «derecho a la integridad física y moral, a la dignidad y al libre desarrollo de la personalidad» de la mujer embarazada sin aludir siquiera al derecho a la vida del nasciturus. ¿Puede un embarazo restar dignidad a la mujer o cercenar su integridad?

El Tribunal cree estar dando una cierta protección al nasciturus gracias a las limitaciones del aborto pasadas las 14 semanas con lo cual, dicen ellos, se protege al bebé que no haya sido expuesto al aborto en ese periodo. Se protege, por tanto, sólo al que la madre quiera proteger. Es una protección inútil.

Además asegura el «derecho» al aborto por una supuesta obligación de las Administraciones Públicas de velar por los derechos fundamentales (entre los que incluye el aborto, como se suele decir, porque sí) a la vez que ignora el derecho a la vida del nasciturus. El Tribunal utiliza el concepto de integridad física y el de libre desarrollo de la madre para concederla a ella, ser humano adulto y con capacidad jurídica de actuar y expresarse, el derecho de decidir sobre la vida y la muerte de otro ser humano vulnerable, dependiente y sin capacidad para defenderse. Legaliza de esta manera la ley del más fuerte, la ley de la selva.

El Tribunal, además, limita el derecho a la objeción de conciencia reservándola a los médicos que participen directamente en los abortos, y negándosela al resto, al personal de apoyo, con la misma arbitrariedad.

Por último, le arrebata al no nacido la consideración de persona. Afirman estos magistrados que sólo es persona quien ha nacido (el canal de parto personifica, por lo visto) y que, como el no nacido, según ellos, no es persona, los poderes públicos no tienen obligación de defender sus derechos. Para ello se escudan en la propaganda abortista de Naciones Unidas, el Parlamento Europeo y las declaraciones de la Conferencia de El Cairo que, como sabemos, están colonizadas por la patronal abortista internacional IPPF. Oiremos estos argumentos en más ocasiones, como en la Corte Interamericana de Derechos Humanos. El nazismo también negó la humanidad y la personalidad de algunos seres humanos por causa de su etnia. Nada nuevo bajo el sol. El Tribunal español desconoce quizá la sentencia del Tribunal Europeo de Justicia C-364/13, que declaró que hay un ser humano desde la concepción, dando forma jurídica a una verdad científica.

El uso engañoso del lenguaje y la negación de las verdades científicas, de la jurisprudencia y de los derechos fundamentales son los pies de barro que sostienen la legalización del desmembramiento de bebés en el vientre de sus madres. Y la sociedad no reacciona a estas manipulaciones. Estamos ante un reto que sobrepasa nuestras capacidades: conseguir que brille la Verdad en medio de una sociedad indolente e indiferente, aturdida y entretenida con frivolidades. Por eso debemos combinar la oración con el testimonio público al estilo de Cristo, ayudando a las madres y a sus bebés, y pidiendo por la conversión de quienes siegan vidas por dinero.

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