25-JUL

.- Doris, es una mujer valiente y llena de fe, pero se encontraba sumida en la oscuridad luego de experimentar varios abortos, sintiéndose vacía espiritualmente y abrumada por la depresión. En medio de su dolor, un rayo de esperanza brilló en su camino: la misericordia de Dios se manifestó a través de la adoración eucarística.

Fue en ese momento de profunda conexión con lo divino que Doris empezó a sentir una paz que trascendía cualquier angustia terrenal. La presencia real de Cristo en la Eucaristía le brindó consuelo y renovó su espíritu, iluminando su camino hacia la sanación interior.

Pero la gracia de Dios no terminó ahí. Una amiga cercana, escuchó el llamado de Dios para acompañar a Doris en su proceso de sanación. Fue esa amiga quien, con amor y compasión, compartió con Doris la belleza del movimiento provida llamado "40 días por la vida" en Corrientes, Argentina.

A través de la oración, la reflexión y la defensa de la dignidad de toda vida humana, Doris encontró un propósito más grande que su propio sufrimiento. Descubrió en el movimiento provida de 40 Dias por la Vida  una comunidad de apoyo y solidaridad. Aprendió que en torno a la oración del Santo Rosario no solo se comparte un momento de recogimiento conjunto, sino que también se convierte en un lazo de amor y apoyo mutuo. En este acto de fe colectiva, se fortalecen los lazos que nos unen como hermanos y hermanas en la fe, generando un sentido de pertenencia y unidad que trasciende las diferencias individuales.

La historia de Doris nos cautiva y nos inspira a creer en la transformación que la misericordia de Dios puede obrar en nuestras vidas más allá de nuestras heridas más profundas. Es un testimonio vivo de cómo la adoración eucarística, la oración y el compromiso con la causa provida pueden ser fuentes de sanación y redención para aquellos que buscan la luz en medio de la oscuridad.