Blog de 40 Días por la Vida

Es en nuestra debilidad donde Dios manifiesta su gracia y nos da la capacidad de hacer cualquier cosa que Él nos pida.

Un día entre semana en la ciudad de Barcelona, España, estaba Valerie, una joven violinista de 19 años, en la Santa Misa y le surgió la idea de investigar si en Barcelona había centros de aborto para ir a rezar aunque fuera ella sola. Al final de la misa se sorprendió al ver a un joven anunciando una campaña de 40 Días que empezaba en la ciudad y necesitaba voluntarios. Con emoción se acercó y pudo conocer que había una campaña a nivel mundial de grupos organizados rezando delante de los centros de aborto. De inmediato se anotó. Fue una gran alegría y una fuente de esperanza que la llenaba de gozo ir a rezar junto con más hermanos en la fe.

«Dios tuvo la Misericordia de regalarme la gracia inmerecida de unirme a la campaña de oración. La primera semana me apunté solo un día pero, estando allí, no quería irme. Al día siguiente sentía que mi corazón me empujaba a ir de nuevo y así casi cada día. A la siguiente campaña, mientras rezaba sola delante del centro de aborto, sentía que Dios me llamaba a llevar la campaña de 40 Días por la Vida a Tarragona, mi ciudad natal. Pero me pareció una locura, ya que no me veía capacitada para poder llevar una responsabilidad tan grande. Así que por mi pobre humanidad me dejé llenar por el miedo y la inseguridad, y rechacé la idea. Dios siguió insistiendo durante meses de muchas maneras».

Durante un tiempo la duda se apoderó de ella, pues no sabía si era el momento adecuado para inscribir a Tarragona. Todo al que preguntaba decía que era difícil. Seguía sin encontrar apoyo.

¿Cómo podría coordinar una campaña de 40 Días por la Vida sin voluntarios? La indiferencia de la comunidad era palpable. Los respetos humanos eran la guía de conducta general. No había manera, pensaba. Y seguía evitando el llamado de su corazón.

Un día una amiga suya le dijo que iría de peregrinación a Medjugorje. Entonces Valerie pensó que esta inquietud tendría por fin respuesta, y ese día le escribió una carta a la Virgen que decía: «Virgencita, tú sabes lo que tengo en el corazón, por favor dame una respuesta ¿Debo o no coordinar una campaña de 40 días por la vida en Tarragona?». Dobló la carta y se la fue a llevar a su amiga. Cuando la amiga la vio se disculpó porque aunque iría no podría subir por un problema en las piernas. Así que haría su mejor esfuerzo para dejar la carta lo más cerca posible de las apariciones.

Llegó el día y su amiga salió a Medjugorje. Estando allá, le dijo, que milagrosamente había subido la colina y había entregado la carta a la Virgen. Valerie se alegró mucho y espero pacientemente la respuesta del cielo a su carta.

Así pasó un día y otro. Su amiga volvió del viaje y nada pasaba. Entonces sintió una tristeza profunda porque la Virgen no había contestado. ¿Es que no era importante o todo ese sentimiento que había cargado ya por años era producto de su imaginación?

Vio el altar que tenía en casa y se dirigió a él, se postró y le dijo: «Madre, ¿por qué no has respondido mi carta?» Entonces sintió un ardor en su corazón y una respuesta clara y firme de la Reina del Cielo que le decía: «¿Por qué me pides una respuesta? Esperas un sí, pero la que está esperando tu sí soy yo».

En ese mismo instante inscribió la campaña de 40 Días por la Vida, por primera vez, en Tarragona.  Una campaña de 40 días consecutivos de oración y ayuno delante del abortorio 12 horas diarias, desde las 9 de la mañana a las 9 de la noche, los 7 días de la semana, desde el 25 de septiembre al 3 de noviembre. Llevarlo a cabo sólo fue posible con el sí de cada uno. Dios quiere acabar con el aborto en Tarragona y en el mundo entero. Para ello quiere nuestro sí, para poder llevar a cabo esta gran obra de Amor y Misericordia que quiere derramar sobre nuestra ciudad, para salvar vidas y, lo más importante, almas.

Dios no nos necesita para salvar vidas. De hecho, sólo Él las puede salvar. Sin embargo, quiere que nos entreguemos primeramente por amor a Él y, segundo, por amor a los demás. Esta lucha por amor a Dios y a la vida nos santifica y hace bien a las almas de los líderes, coordinadores, capitanes, voluntarios y todos los que participan de esta campaña, ya que supone una gran entrega y acción de amor y valentía que fortalece nuestra fe, dando testimonio público a todas las almas alejadas de Dios que nos ven cuando rezamos en la calle.

A pesar de la indiferencia de muchos, todos los turnos estuvieron llenos, fue increíble ver a tantos católicos concienciados sobre la realidad del aborto y unidos en esta lucha por la vida.

«Sentí admiración por cada voluntario de cualquier edad, desde el más pequeño hasta la persona más mayor que rezaba conmigo en los turnos. Ver cómo cada día los voluntarios hacían todo lo posible y se esforzaban por dedicar una hora de su día a pesar del trabajo, la familia y miles de responsabilidades más para rezar por los no nacidos, fue un empuje de esperanza y fuerza para mí», recuerda Valerie.

«Muchos iban con sus niños pequeños. Algunos sacrificaban su horario de comida para rezar, o en la noche después de la oficina, aunque estuvieran cansados y el centro de abortos estuviera ya cerrado. Todos estos gestos de amor me ayudaron a concienciar cada día más de que realmente una hora de nuestra vida puede salvar una vida entera, y de que no solo vale la pena, ¡VALE LA VIDA!»