Esperanza, un milagro arrebatado a Dios
Mi nombre es Esperanza y apoyo la campaña 40 Días por la Vida, ya que vivo gracias a un milagro arrebatado a Dios por medio de la oración. Resido en la ciudad de Valledupar - Cesar y éste es mi testimonio.
Salí en embarazo a mis 42 años, de un hijo que anhelaba con el corazón. A raíz de una caída mi bebé tuvo implantación baja y por causa del dolor se me realizó una ecografía donde me informaron que era un embarazo ectópico y que debía urgentemente hacerme un legrado.
Desde ese momento comenzó la batalla en oración por medio de la comunidad a la cual pertenezco y a quienes estoy eternamente agradecida.
Me hice una segunda ecografía el mismo día y el resultado fue contrario a la primera; sorprendida y abrumada, acudí a la EPS, donde me remitieron a perinatología. Allí me diagnosticaron placenta acreta, con una probabilidad de muerte del 99% y me recomendaron abortar a mi pequeña como única opción.
En palabras del médico: “Será una simple reducción fetal y se termina con el problema”.
Al negarme, me intentó persuadir, diciendo incluso que la misma Iglesia apoyaría esta acción. Pero ocurrió todo lo contrario, gracias a Dios.
Sumado a esta condición, mi útero era incompetente y a las 20 semanas de gestación tuve que irme de urgencia porque empecé el trabajo de parto. Al pedir valoración a perinatología, el médico tratante me dijo: “Los perinatologos de Valledupar hicimos una junta médica por su caso y hemos decidido que no tenemos nada que ver con usted, porque se dio la solución a su problema y no la quiso aceptar. Está bajo su responsabilidad”.
Mi familia, por medio de la ayuda de la Iglesia, logró trasladarme a otra clínica donde recibí la atención necesaria. Al pedir la valoración a perinatología, uno por uno, los perinatólogos se negaba a atenderme. Esta situación, sumada a la necesidad de que mi caso requería una clínica de cuarto nivel, llevó al ginecólogo a tomar la decisión de hacer traslado a Barranquilla.
Entre tanto, las diferentes comunidades de la Iglesia en el país y hasta fuera de él, el seminario San Juan Pablo II, mi familia, mi comunidad, se unieron en oración por la vida de mi hija y la mía. Dios les pague con el Cielo por tanto amor. Pero, en Barranquilla esta batalla contra la cultura de la muerte no sería menos dura.
Al pedir de nuevo la valoración a perinatología, el médico dijo que no era cierto lo de la placenta acreta, que no se realizan cesáreas antes de las 28 semanas, que lo mío es un aborto tardío, que el nivel mínimo de líquido amniótico es de 5 y ya yo estaba en 3, que mi hija era una libra de carne, que en un mini parto (como él lo llamó) saldría en 10 minutos. Añadió que, si yo lo quería, me podría seguir colocando antibióticos para ver hasta donde aguantaba.
¡Yo decidí parir a mi hija con la esperanza de que fuera auxiliada al nacer!
Los 10 minutos se convirtieron en 3 días de tortura, pues mi bebé estaba atrapada en el canal de parto debido a que, por cesáreas anteriores, se unió mi útero a la vejiga, con una cicatriz que no le permitía salir.
El 24 de mayo, día de María Auxiliadora, por misericordia de Dios, recibí la bendición de mi madre bendita y expulsé la obstrucción.
María del Rosario nació y murió el 25 de mayo de 2023. No fue necesario utilizar los instrumentos para sacarla, como lo tenían previsto. Dios se la escogió para Él.
A partir de ese momento comencé a desangrarme. Mi placenta estaba adherida al útero. A causa de los antibióticos mis venas eran muy difícil de canalizar. Mi vejiga se rasgó 7 centímetros. Tuve coagulopatía y fueron necesarias 7 unidades de sangre y la intervención divina para salvar mi vida.
Sé que mi vida es de Dios, y que sólo Él decide el día de la muerte. Hoy le sirvo con amor y fervor. Doy fe del poder de la oración.
Y por eso les invito a persistir y no desistir en este llamado MATERNAL. Y a ustedes, voluntarios de 40 Días por la Vida, a orar por los más indefensos y por sus mamitas.
¡Dar la vida por la vida!