Cristal, una madre feliz por haber respetado la vida de su hijo
Hola, mi nombre es Cristal y yo me uní a la campaña de 40 Días por la Vida porque experimenté el poder de la oración.
Viví un embarazo inesperado a los 15 años. Me quedé embarazada de mi novio.
Primero, cuando nos enteramos, no lo podía creer. Después, sentí mucho miedo, mucha frustración, mucha incertidumbre. Sentía que había fracasado, que ya no tenía futuro, que lo había echado a perder. También me dolía mucho haber defraudado a mis papás.
En ese momento, para él y para mí la «solución» era abortar, de tal forma que nadie se enterara y pudiéramos continuar como si nada hubiese sucedido.
Una noche no podía dormir por esta situación. Me sentía muy triste y, de repente, me llené de un amor indescriptible. Me di cuenta de que mi hijo ya estaba creciendo en mi vientre, que él ya estaba ahí conmigo.
Ahora, viéndolo en este punto de mi vida, me doy cuenta de que era Dios mostrándomelo y llenándome de ese amor. Y yo sé que eso tuvo que ver con la intercesión de mis hermanos en Jesús. Somos varios los que oramos, los que le pedimos a Dios que apoyara a todas las mujeres que, precisamente, están viviendo un embarazo inesperado como el que yo estaba viviendo, para que nos pudiera quitar ese velo que no nos permite ver el don de la vida, el regalo de la vida, por el Amor que Él nos tiene.
Este amor me dió fortaleza para poder defender la vida de mi hijo. En ese momento me di cuenta de que no podía continuar con lo del aborto e intenté convencer a mi novio de tenerlo. Él no quería entonces e incluso me dió una sustancia para abortar que, evidentemente, yo no tomé. La tiré en el jardín. También me llevó a una «clínica» para ver por cuanto salía un aborto. Como éramos muy jóvenes, no teníamos el dinero, gracias a Dios, y así pasó el tiempo. Pasaron 12 semanas.
Yo sabía que después de las 12 semanas ya no se practicaban abortos, y mi meta era mantener escondido a mi hijo, como mínimo esas 2 semanas, para que nadie me obligara a abortar.
Llegó la semana 12 y avisamos a nuestros papás de la situación que estábamos pasando. En la medida de lo posible siempre nos han apoyado. Nos ayudaron, tuvimos a nuestro hijo y, sí, nuestra vida cambió, no fue la vida que teníamos pensada. Aún así, viéndolo de nuevo en este punto hacia atrás, hacia el pasado, me he dado cuenta que Dios siempre estuvo con nosotros.
Más tarde tuve la oportunidad de terminar la preparatoria para estudiar mi licenciatura y desarrollarme profesionalmente. En algún punto me fui a vivir con mi hijo a otra casa. Pude estudiar una maestría y la verdad es que Dios siempre nos ha cuidado. O sea, siempre ha mirado por nosotros.
Le agradezco infinitamente a Dios que me permita ver crecer a mi hijo. Ya tiene 21 años. Está estudiando para ser médico y no tengo más que darle gracias a Dios y, por ello, les comparto mi testimonio.
Aprovecho para invitarles a 40 Días por la Vida. En su momento, cuando yo pasé el embarazo inesperado, no existía la campaña. Sin embargo, no es casualidad que Dios haya suscitado en nuestros corazones este llamado para unirnos, para organizarnos y continuar mediante oración y ayuno pidiendo interceder por nuestros hermanos, siendo instrumentos también del amor y de la misericordia de Dios; y que también podemos ofrecer esa mano extendida en los centros de aborto, para todas aquellas mujeres que estén viviendo un embarazo inesperado y necesiten apoyo, que, como hermanos, estamos llamados a dar.